Los cálculos renales pueden detectarse rápidamente mediante técnicas de imagen. La combinación de la ecografía del tracto urogenital y la radiografía de los riñones y del tracto urinario permite un diagnóstico claro. Como alternativa, se puede utilizar el TAC espiral (tomografía computarizada especial) o la urografía (menos común porque se necesita un medio de contraste).
Según el caso, también puede ser necesaria una cistoscopia o una gammagrafía.
Si se han diagnosticado cálculos renales, se debe pasar la orina a un colador para recoger, al menos parcialmente, los cálculos. A continuación, se pueden examinar en un laboratorio para determinar la causa exacta de los cálculos y tomar las medidas adecuadas para evitar que se vuelvan a formar.
Exámenes adicionales
Si hay alguna sospecha de enfermedad renal, se examinan la sangre y la orina para detectar infecciones, trastornos metabólicos y para evaluar la función renal. Para poder calcular la excreción diaria de cada una de las sustancias, la orina debe recogerse durante al menos 24 horas.