Básico
Descripción
La intolerancia intestinal a la fructosa está causada por un trastorno del transportador GLUT-5. Se encuentra en el intestino delgado y es responsable de la absorción de la fructosa y la glucosa en el torrente sanguíneo. En caso de intolerancia, la fructosa no se absorbe completamente.
El azúcar no absorbido entra en el intestino grueso, donde es descompuesto por las bacterias que allí se encuentran. Durante la descomposición, se producen productos de degradación como hidrógeno, dióxido de carbono y ácidos grasos de cadena corta. Estos provocan síntomas como flatulencia, diarrea, dolor abdominal, náuseas o sensación de plenitud.
La fructosa no sólo se encuentra en la fruta o la verdura, sino también en la miel y el azúcar doméstico normal (sacarosa). Sólo en raras ocasiones es necesario renunciar por completo a la fruta. La mayoría de los enfermos suelen tolerar bien pequeñas cantidades.
Los alimentos que también contienen dextrosa (glucosa) se toleran mejor porque la glucosa también lleva consigo la fructosa cuando se absorbe en el intestino. Si la proporción entre la glucosa y la fructosa en un alimento es correcta, casi siempre se tolera bien.
En cambio, debe evitarse el sorbitol (un sustituto del azúcar). También se absorbe a través de GLUT-5 y, por tanto, compite con la fructosa.
La cantidad de fructosa que puede ingerirse antes de que aparezcan los síntomas se denomina umbral de tolerancia. Varía mucho de una persona a otra. En una persona sana 30g o más, en una persona intolerante 1g-5g. Además, a menudo los síntomas no se atribuyen inmediatamente a la intolerancia a la fructosa, sino al síndrome del intestino irritable.
No se conoce el número exacto de personas afectadas debido al elevado número de casos no declarados, pero se estima que la tendencia va en aumento porque la fructosa se añade artificialmente a cada vez más alimentos.
La intolerancia puede ser adquirida o congénita.
La intolerancia intestinal (adquirida) puede aparecer en la infancia, pero se normaliza más tarde. Si aparece por primera vez en los adultos, suele ser un compañero de por vida.
La intolerancia hereditaria (congénita) a la fructosa ya es perceptible en los bebés. Este trastorno se considera potencialmente mortal, ya que incluso pequeñas cantidades de fructosa pueden causar complicaciones graves.