¿Qué ocurre cuando se toma el sol?
El sol emite rayos UV, que inciden en el organismo humano al tomar el sol. Mientras que los rayos UVC de onda corta están protegidos por la capa de ozono, hasta un 10% de los rayos UVB de onda más larga llegan a la superficie terrestre sin filtrar y los rayos UVA casi en su totalidad. Dependiendo de la longitud de onda, la radiación UV también penetra en la piel a diferentes profundidades.
Los rayos UVA penetran hasta la dermis. Allí provocan en pocos minutos una pigmentación de la piel por oscurecimiento de la melanina existente. La movilización del pigmento de color en las capas externas de la piel es un mecanismo de protección inmediata del organismo contra la radiación UV. Debido al rápido efecto de bronceado, el valor UVA en las camas solares es más elevado.
Los rayos UVB, más energéticos, penetran menos profundamente en la piel y hacen que los melanocitos, situados en la epidermis (capa externa de la piel), produzcan melanina. El pigmento de color propio del organismo se distribuye en las células superiores de la piel y se manifiesta al cabo de unos días en el bronceado de la piel. De este modo, el organismo intenta crear su propia protección natural. Cuanta más melanina se deposita en las células cutáneas, más oscuro aparece el bronceado de la piel.
Los rayos UVB también tienen una función esencial para el organismo: favorecen el metabolismo en la formación de la vitamina D propia del cuerpo, que representa aproximadamente el 80 % de las necesidades.
La melanina protege la piel de la radiación UV, pero sólo hasta cierto punto.
La formación de melanina en los melanocitos se estimula en cuanto los rayos UV inciden en la piel. La melanina convierte la energía luminosa en energía térmica y protege así el material genético de las células de los daños o la destrucción provocados por la radiación UV. Sin embargo, el efecto protector es limitado en el tiempo y varía en función del tipo de piel. Por regla general, la protección sólo dura entre unos minutos y unas horas. La cantidad de melanina producida y, en consecuencia, la duración de la autoprotección dependen de distintos factores. Además de la intensidad de la luz ultravioleta, como en verano, la intensidad del bronceado viene determinada principalmente por factores genéticos. Cuanto más oscuros son la piel y el color del pelo, más melanina produce el organismo. La edad, los cambios hormonales y la medicación también pueden influir en la producción de melanina.
Riesgos y perjuicios de la sobreexposición al sol
Los rayos UV emitidos por el sol están clasificados como cancerígenos y causan daños a corto y largo plazo en la piel y los ojos.
Efectos agudos:
La piel puede soportar una exposición solar de corta duración sin desarrollar inicialmente daños visibles. El límite de dosis de UV hasta el cual no se producen consecuencias agudas tras la radiación UV natural o artificial se denomina "umbral de eritema".
Ya entre 5 y 10 minutos después de una exposición solar intensa, el umbral de eritema se supera en las personas con un tipo de piel clara, lo que provoca daños por UV en forma de quemadura solar. La coloración roja de la piel, que se asemeja a una quemadura, está causada por los rayos UVB y es una reacción inflamatoria de la piel.
Dependiendo del grado de la quemadura, la piel puede doler, picar, ampollarse, pelarse o incluso dejar cicatrices. La exposición intensa al sol también puede causar colapso circulatorio o fiebre.
Aparte de este daño por quemadura, incluso una pequeña cantidad de radiación UVB es suficiente para cambiar el ADN, es decir, el material genético de las células de la piel. Aunque esto puede ser compensado por el propio sistema de reparación de las células, la exposición frecuente e intensa a los rayos UV y las quemaduras solares recurrentes pueden causar daños irreparables. Se producen cambios permanentes (mutaciones) que pueden favorecer la aparición de cáncer de piel a lo largo de la vida.
Ni siquiera la piel bronceada ofrece protección contra los daños genéticos. Aunque la piel bronceada tarda más en quemarse por el sol que la piel no bronceada, el bronceado no significa en absoluto que la piel esté protegida de los daños genéticos causados por la radiación UV. Por tanto, el riesgo de desarrollar cáncer de piel se mantiene incluso con la piel bronceada.
La exposición excesiva al sol también puede dañar los ojos y desencadenar dolencias como conjuntivitis o inflamación de la córnea.
Efectos tardíos:
Con una exposición prolongada a los rayos UV, aumenta la división celular de la piel, lo que provoca el engrosamiento de la capa protectora superior de la piel y la formación del llamado callo leve. Esta autoprotección contra los rayos UV retrasa la aparición de una quemadura solar perceptible, pero tampoco evita el daño celular a largo plazo. La adaptabilidad general de la piel a una exposición solar intensa depende del tipo de piel. Por ejemplo, la piel de las personas con piel muy clara, ojos claros, pelo rubio rojizo y pecas frecuentes difícilmente puede broncearse o formar un ligero callo.