El Helicobacter pylori es una bacteria flagelada, con forma de bastón, que se instala en el estómago, se propaga en su revestimiento y lo daña. La bacteria ha desarrollado diferentes estrategias para su supervivencia en el medio gástrico ácido. Para neutralizar el fuerte ácido del estómago, H. pylori puede, con la ayuda de las proteínas, convertir la urea en amoníaco y dióxido de carbono, lo que neutraliza el ácido. Además, la bacteria se instala directamente en la capa mucosa del estómago, que la protege del jugo gástrico al estar rodeada por esta capa.
Según un estudio de más de 14.000 artículos científicos, se cree que algo más del 50% de la población mundial está infectada por la bacteria. Sin embargo, la frecuencia de la infestación varía según la región. Por ejemplo, en África, se cree que alrededor del 70% de la población está infectada, mientras que el porcentaje es menor en los países europeos industrializados: En Suiza se asume el 18,9%.
Se estima que la infección entre humanos se produce con mayor frecuencia en la infancia. Sin embargo, aún no está claro cómo se transmite exactamente la bacteria. Se supone que la vía de infección se produce a través de la transmisión fecal-oral, oral-oral o gastral-oral. Por lo tanto, la bacteria se ingiere a través del agua o los alimentos contaminados, el contacto con el vómito, la saliva o las heces.
Desde su descubrimiento en 1983 por científicos de Australia, se ha observado una tendencia decreciente de la infección en Europa Central. Actualmente, alrededor del 3% de los niños y el 48% de los adultos en Austria están infectados, según estimaciones de la revista médica austriaca Ärztezeitung.
La reacción inmunitaria en el estómago desencadenada por la bacteria puede dar lugar a varias enfermedades. La gastritis crónica, también conocida como gastritis de tipo B, las úlceras gástricas y duodenales, el ulcus ventriculi, llamado úlcera duodenal, y los tumores en el tracto gastrointestinal son ejemplos.
Para combatir el Helicobacter pylori se utilizan diferentes formas de terapia triple y cuádruple, es decir, de tres y cuatro partes. En este caso, los componentes consisten en varios antibióticos y un fármaco protector del estómago, que se toman durante aproximadamente una semana en las formas comunes de terapia. Un ejemplo de ello serían las cápsulas duras de Pylera. Estas terapias también se denominan terapias de erradicación.
Un nuevo estudio publicado en la revista Journal of Gastroenterology and Hepatology ofrece una interesante perspectiva sobre la relación entre el consumo diario de arándanos rojos y la reducción de la infección por la bacteria Helicobacter pylori.
En este estudio doble ciego, aleatorizado y controlado con placebo participaron 552 adultos que dieron positivo en las pruebas de H. pylori. Estos participantes de entre 18 y 60 años se dividieron en cuatro grupos, cada uno de los cuales consumió una cantidad diferente de zumo de arándanos. Se descubrió que, después de 8 semanas, el grupo que bebió 240 ml de zumo de arándanos dos veces al día con 44 mg de proantocianidinas por ración, un compuesto natural que se encuentra en la baya, tuvo una reducción del 20% en la tasa de infección por Helicobacter pylori en comparación con los otros grupos del estudio.
La bacteria puede instalarse de forma inadvertida en la mucosa gástrica durante un largo periodo de tiempo, ya que las consecuencias no suelen detectarse hasta pasado un tiempo. Sin embargo, en caso de que la prueba de Helicobacter pylori sea positiva, existe una opción probada de terapias de erradicación para combatir esta bacteria "paciente".
Danilo Glisic
Última actualización el 07.12.2020
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