Según la Sociedad Internacional de Cefaleas (IHS), los dolores de cabeza se clasifican en dos categorías. Los trastornos primarios de la cefalea no muestran hallazgos patológicos en la exploración. La migraña con y sin aura (es decir, la alteración de la percepción visual), la cefalea tensional y la cefalea en racimos son algunas de ellas. Las cefaleas secundarias son un síntoma de otra afección, como un traumatismo en la cabeza, el abuso de medicamentos o una infección. Alrededor del 92% de los pacientes con cefaleas padecen dolores de cabeza primarios. En el 40-90% de los casos, el dolor se produce de forma episódica, es decir, menos de 14 días al mes. Si el dolor se produce más de 15 días al mes, se denomina cefalea crónica, que experimentan alrededor del 3% de todos los pacientes con cefalea. El resto de las cefaleas se producen de forma esporádica, es decir, menos de una vez al mes, o con frecuencia.
El cuerpo humano es capaz de percibir e interpretar los estímulos del entorno por medio de los nervios sensoriales (es decir, los nervios conducidos desde la periferia del cuerpo hasta el sistema nervioso central (SNC)) y los nervios motores (es decir, los nervios conducidos desde el SNC hasta la periferia). Debido a diversos factores, como las experiencias pasadas, estos estímulos se evalúan como positivos o negativos. Estos estímulos negativos se denominan entonces estresores. Mientras que un masaje se percibe como relajante, un ruido fuerte, como un grito, puede interpretarse como un factor de estrés.
Posteriormente, iniciadas por el factor estresante, se desencadenan reacciones químicas que pueden liberar hormonas del estrés como la adrenalina y el cortisol. El cuerpo humano entra en una fase de estrés. Como los factores de estrés están condicionados por el desarrollo social, también cambian con el tiempo. Mientras que en la Edad de Piedra los factores del hambre, el frío o las lesiones físicas eran los de mayor importancia, en la edad moderna los estímulos ambientales económico-sociales o psicosomáticos se encuentran entre las causas más comunes. Los factores de estrés modernos serían la presión de los plazos en el trabajo, los largos atascos en las vías de circulación o la accesibilidad permanente a través de los medios digitales.
Si este estado de estrés persiste y no se relaja durante un periodo de tiempo prolongado, puede ser perjudicial para la salud.
En consecuencia, el estrés puede ser un factor desencadenante de los dolores de cabeza. Según el Instituto de Psicosomática y Terapia del Comportamiento de Graz, el estrés puede provocar cambios fisiológicos en el organismo. Desde el punto de vista neurológico, los vasos sanguíneos, los músculos o el cerebro cambian, lo que puede provocar dolores de cabeza. Las cefaleas tensionales periódicas y crónicas son las más frecuentemente diagnosticadas. La persistencia prolongada de los dolores de cabeza puede tener consecuencias como la depresión y la ansiedad.
Según un meta-análisis de 2018 publicado en la revista DNP, el estrés (incluyendo el periodo de recuperación) y el sueño fueron citados como el primer y segundo desencadenante de las cefaleas primarias en los estudios realizados sobre un total de 27.122 pacientes con cefaleas.
Como mecanismo innato, el estrés siempre ha protegido al ser humano de peligros desconocidos. Los animales o las situaciones peligrosas nos ponen en alerta, haciendo que pasemos al modo de lucha o huida en cuestión de segundos. Los factores de estrés modernos a veces se alivian más lentamente o no se alivian en absoluto, lo que puede manifestarse en síntomas físicos como los dolores de cabeza. Por eso, especialmente en la sociedad moderna, es importante reducir conscientemente el estrés y dar valor a las fases de recuperación.
Danilo Glisic
Última actualización el 17.12.2020
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