Conceptos básicos
La piridostigmina pertenece al grupo de los parasimpaticomiméticos indirectos, que aumentan el efecto de la acetilcolina propia del organismo inhibiendo la acetilcolinesterasa. La acetilcolina es un importante neurotransmisor que desempeña un papel importante y fundamental en el sistema nervioso. Entre otras cosas, media en las contracciones musculares y en la transmisión de señales. La piridostigmina desempeña un papel en el tratamiento de la miastenia gravis y también influye en la presión arterial, la frecuencia cardiaca y la digestión.
Utilización e indicaciones
Debido a su efecto, la piridostigmina se utiliza principalmente en el tratamiento de la miastenia gravis, una enfermedad autoinmune en la que los anticuerpos se dirigen contra el receptor de acetilcolina (AchR). Esta disfunción provoca debilidad muscular y fatiga extrema. La piridostigmina provoca un aumento de la liberación de acetilcolina, lo que contrarresta esta debilidad muscular patológica. Además, la piridostigmina contrarresta la parálisis de la vejiga/el intestino, ya que su mecanismo de acción estimula la actividad de los músculos.
El principio activo se comercializa en forma de comprimidos recubiertos para administración oral (Mestinon®) en distintas concentraciones. Otras formas farmacéuticas disponibles son los comprimidos de liberación sostenida, los comprimidos recubiertos y las soluciones inyectables. La posología se ajusta individualmente y difiere en función de la gravedad de la enfermedad. No obstante, existen directrices que pueden servir de guía. Por ejemplo, los adultos pueden tomar de uno a tres comprimidos recubiertos de 60 mg de dos a cuatro veces al día, mientras que las dosis más pequeñas son inicialmente más adecuadas para los niños.
La sal de bromo de la piridostigmina (bromuro de piridostigmina) se utiliza con fines terapéuticos.
Historia
En la segunda Guerra del Golfo, que tuvo lugar en 1990/91 entre Irak y EE.UU., se administró piridostigmina de forma profiláctica a los miembros de las fuerzas armadas para protegerlos de posibles ataques con agentes nerviosos, que se utilizan como armas químicas en situaciones de guerra. Estos agentes nerviosos inhiben la acetilcolinesterasa, lo que provoca una acumulación de acetilcolina y, por tanto, una estimulación excesiva de los músculos que puede poner en peligro la vida.