Conceptos básicos
El ácido hialurónico es un polisacárido que se encuentra en todo el organismo, más concretamente un glucosaminoglicano. Está formado por unidades disacáridas repetidas de ácido urónico, es lineal y tiene propiedades ácidas. El ácido hialurónico es un componente principal de la matriz extracelular de los vertebrados, especialmente del tejido conjuntivo, que se encuentra entre las células de la piel y las rellena y sostiene. Hasta 50.000 disacáridos pueden sucederse y formar así grandes estructuras cargadas con una masa molecular elevada. Están cargadas y, por tanto, tienen una polaridad muy alta, lo que les permite absorber grandes cantidades de agua y dar volumen. Estas propiedades influyen notablemente en las funciones bioquímicas del organismo.
También se utilizan a menudo con fines cosméticos y terapéuticos.
Aplicaciones e indicaciones
En cosmética, el ácido hialurónico es un componente indispensable, sobre todo en productos de belleza como las cremas, ya que confiere a la piel su elasticidad y contribuye al mantenimiento de la tensión estructural y tisular. En algunas cremas, también sirve para reducir ligeramente las arrugas, pero no para alisarlas de forma permanente, ya que sólo llega a las capas más superficiales de la piel y no puede penetrar más hasta las más profundas. Al ser capaz de ligar grandes cantidades de moléculas de agua, aporta hidratación a la piel y, por tanto, tiene un efecto humectante, por lo que también se utiliza con frecuencia en cremas hidratantes. Al ligar grandes cantidades de agua, se hincha y tensa la piel.
Además de en cremas, las puntas de ácido hialurónico también se utilizan en medicina estética para dar forma a los senos o los labios.
Además, el ácido hialurónico se comercializa en muchas formas de dosificación, como ampollas, geles, colirios o cápsulas para administración oral como complemento alimenticio.
El ácido hialurónico también se utiliza en diversos preparados médicos y medicamentos. Por ejemplo, algunos aerosoles nasales y colirios contienen ácido hialurónico, en los que evita que la mucosa nasal y el ojo se sequen. En las soluciones de limpieza y cuidado de lentes de contacto, forma una película lagrimal duradera en el ojo tras su inserción sin perjudicar la visión.
Terapéuticamente, el ácido hialurónico se utiliza como sal sódica (hialuronato sódico) en forma de soluciones inyectables para el tratamiento de la artrosis (desgaste de la articulación). Se trata de una enfermedad articular degenerativa en la que se produce un daño en el cartílago articular. El cartílago articular, que está presente como capa protectora y elástica en los extremos de los huesos, se desgasta hasta que, en el curso de la enfermedad, el hueso roza con el hueso, lo que provoca dolor e inmovilidad de la persona afectada.
Mediante soluciones inyectables, se inyecta ácido hialurónico directamente en los espacios entre las articulaciones para que asuma la función del cartílago articular desgastado y actúe como amortiguador. También protege el cartílago articular de una mayor degradación y alivia el dolor al formar una capa protectora.
La jeringa con la solución inyectable (por ejemplo, Hyalarat®) se inyecta en la articulación afectada una vez a la semana según prescripción médica.
Historia
El ácido hialurónico fue aislado por primera vez del fluido de los ojos bovinos por los médicos Karl Meyer y John Palmer en la Universidad de Columbia de Nueva York en 1934, y a partir de entonces se estudió en detalle. Este fluido, aún desconocido en aquella época, era transparente pero vítreo. En sus inicios también pudieron identificar el ácido urónico como componente de esta solución, por lo que le dieron el nombre de "ácido hialurónico", que se traduce del griego como vidrio (hyalos) y urone (abreviatura de ácido hialurónico).
Al principio, la sustancia sólo podía obtenerse de fuentes animales. Sólo en la década de 2000 fue posible sintetizarlo a partir de bacterias, lo que redujo enormemente el riesgo de efectos secundarios y permitió utilizar el ácido hialurónico en cosmética.